La diplomacia del tejemaneje

El presidente del gobierno español, José Luis Zapatero, ha sido anunciado en Rabat, donde efectuará, antes de finales de año, una visita oficial que debería confirmar, según fuentes oficiales de Madrid, “las excelentes relaciones bilaterales” entre España y Marruecos. Una visita que debería también consolidar las relaciones tan privilegiadas entre Marruecos y la Unión Europea, en la medida en que esta cumbre debería abrir las puertas a otro expediente, todavía más importante, entre Rabat y Bruselas, que figura como una de las prioridades de la presidencia española de la UE, que comenzará en enero de 2010.

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Madrid al servicio de Rabat

Hecho conocido por todos, el gobierno socialista español se ocupa desde su llegada al poder, en abril de 2004, en promover las relaciones con su vecino del sur, que se deterioraron bajo el gobierno de Aznar, con el conflicto de Perejil en julio de 2002. Se consacró, en paralelo, a hacer realidad las reivindicaciones de Marruecos para la pertenencia a la Unión Europea, reivindicaciones oficialmente y vanamente presentadas por el difunto rey Hassan II a la presidencia francesa de Europa, en 1983, bajo una fórmula más flexible, pero más aceptable por los 27, la de un estatuto avanzado.

El único país extra-europeo que obtiene este privilegio generosamente otorgado a un régimen cuyas prácticas en materia de derechos humanos, particularmente en el Sáhara Occidental, lo colocan entre los más feroces del planeta. Tal es la opinión de las organizaciones humanitarias internacionales y de la delegación parlamentaria europea que investigagó los derechos humanos en el Sáhara Occidental en enero pasado.

Opinión que no comparte el jefe de la diplomacia española, que se felicita en la primera ocasión por la calidad de las relaciones entre su país y Marruecos. Ninguna palabra sobre la cuestión de los derechos humanos, ni la más mínima alusión al derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, si no es para ahogar este principio en una serie de argumentos ambiguos cuyo objetivo es vender su propia iniciativa bajo la fórmula de un plan de autonomía para el Sáhara Occidental. Un plan inspirado directamente del modelo de las autonomías en España, rechazado ya, con más o menos virulencia, por los Catalanes y los Vascos.

Se concibe mal cómo un sistema político cuestionado en una democracia parlamentaria, España, podría funcionar bajo una monarquía absoluta, Marruecos. Más sutilmente que su difunto padre, el rey Mohammed VI ejerció durante diez años un poder sin compartirlo con nadie para dar el golpe de gracia, en las últimas elecciones municipales, a los partidos tradicionales, adelantados por el partido del rey, dirigido por el amigo del soberano alaouita, Fouad El Himma.

España y Francia se encargarán de vender la imagen de la democracia marroquí. Amnesty International y Humant Rights Watch pueden seguir ladrando. Es a esta monarquía absoluta que Madrid vendió su controvertido modelo de las regiones para solucionar, entiéndase enterrar, definitivamente la cuestión del Sáhara Occidental.

El plan marroquí ” como base de trabajo “

Esta cuestión estaba, de nuevo desde el domingo, en el centro de todos los chanchullos de la diplomacia española. Detrás de estos tejemanejes, esto no es nuevo, aparece claramente la mano del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, que acaba de tener en Tánger – ciudad dónde permanece en privado muchas veces al año – una conversación con su homólogo marroquí, Fassi Fihri. Moratinos, una vez más, arroja sobre la mesa la cuestión del plan marroquí de autonomía que, se sospecha, será central en el momento de la cuarta visita oficial del presidente Zapatero a Rabat.

Concretamente, el jefe de la diplomacia española actúa para que est plan esté sobre la mesa, el 9 de agosto en Viena, en el curso de las discusiones informales, y sin condiciones previas, difícilmente negociadas por Christopher Ross con ambas partes implicadas en el conflicto saharaui, Marruecos y el Frente Polisario. La inclinación del Sr. Moratinos por las tesis marroquíes no suscita ningún misterio. Por supuesto, el jefe de la diplomacia del gobierno socialista español niega, en cada una de sus declaraciones, adoptar una posición partidaria sobre el proceso de arreglo del conflicto del Sáhara Occidental.

Sin convencer a la sociedad civil española, ampliamente adherida al derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación, ni la clase política, incluso en las filas del PSOE, como hábil diplomático de carrera, siempre encuentra las fórmulas que hacen falta: una solución negociada, una salida política y de paso deja la vía abierta para una base de trabajo, un claro guiño al plan marroquí de autonomía.

Contrarrestar a Obama y Ross

Un tejemaneje al cuál los saharauies están acostumbrados desde que el jefe de la diplomacia española había considerado, desde su toma de función en 2004, que el Plan Baker, adoptado por unanimidad por el Consejo de Seguridad, aceptado por el Frente Polisario, pero rechazado por Rabat con el apoyo de París y de Madrid, “no era sagrado”. Un claro estímulo a Marruecos para acampar sobre sus posturas que acabará por cansar al antiguo representante personal del Secretario General de la ONU, James Baker.

Fue la ocasión para París y Madrid para imponer un diplomático europeo, Peter Van Walsum, como sucesor del Sr. Baker, adherido a las tesis marroquíes, el cual no verá ningún embarazo en abanderar la famosa teoría de que la independencia del Sáhara occidental no era razonable. Exactamente la opinión formulada por Chirac y antes de él Giscard d’Estaing, sobre la inviabilidad de un Estado saharaui hispanoparlante que vendría, de hecho, para romper la lógica geopolítica del conjunto francófono que empieza en Marruecos y acaba en Ruanda. Todo hace creer que, desde que los Estados Unidos se desmarcaron claramente del plan marroquí, Madrid intenta sabotear los esfuerzos de Christopher Ross, que sostiene, en voz alta, una solución en el marco de la ONU, que respete la legalidad internacional y sin regatear sobre el principio del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.

El mes pasado, ni el presidente Barack Obama en su mensaje al rey Mohammed VI, ni su embajador en la ONU, después del voto de la última resolución del Consejo de Seguridad sobre la prórroga del mandato de MINURSO, hicieron mención del plan marroquí de autonomía.

España olvida un detalle gordo: que el país ibérico es quien ha creado el problema saharaui por haber conducido su antigua colonia, en 1975, no a la independencia sino hacia una nueva ocupación militar extranjera, y que lleva ya más de tres décadas. Una manera muy curiosa, o al menos ingenua, de querer redimirse, de absolverse de su responsabilidad histórica como antigua potencia colonial y de actuar por el equilibrio político y la seguridad en la región.

El enigma de Moratinos

Curiosamente, Moratinos pleitea, al mismo tiempo, por la reapertura de la frontera terrestre argelino-marroquí, siempre con los intereses de Marruecos en la mente.

Enigmática es esta salida mediática de Moratinos en Marruecos. Enigmática porque este ministro español y su homólogo marroquí evitaron lo más importante de lo que debería ser el tema esencial de discusión, es decir el litigio que existe entre estos dos países por los enclaves de Ceuta y Mellila. Extraña el hecho de que en lugar de abordar esta cuestión, el ministro español declaró que su país estaba “preparado para asegurar una mediación entre Argelia y Marruecos” para “normalizar” sus relaciones. Más extraño todavía cuando este ministro dijo que “España posee las cartas para convencer a Argelia”. ¿ En qué pensará Moratinos? Quizás no lo adivinemos, pero de una cosa estamos seguros : esta visita coincide con el décimo aniversario del reyezuelo marroquí.

Además, esta declaración interviene después del enésimo llamamiento lanzado por el rey Mohamed VI de Marruecos para la reapertura de las fronteras terrestres entre Argelia y Marruecos. Llamamientos repetidos con frecuencia aún sabiendo que no hallarían una respuesta favorable por parte de Argelia salvo si ciertas condiciones son reunidas, es decir la garantía de asegurar el cese del contrabando de drogas y mercancías argelinas a partir del territorio marroquí y en el marco de una solución global de los puntos de litigio que impiden la edificación de la Unión del Magreb Arabe. ¿ Por qué, entonces esta insistencia marroquí? Muy probablemente para intentar poner Argelia en una postura embarazosa ante la comunidad internacional, tratando de hacer pasar el régimen marroquí por un Estado que multiplica las intenciones de buena fe. Un tipo de “estrategia” sincronizado y transmitido por los partidarios de que el pueblo saharaui y de sus tierras sigan bajo el yugo de la colonización. Una colonización rechazada por Argelia en virtúd del principio del derecho de los pueblos a la autodeterminación.

La monarquía marroquí celebró lujosamente los 10 años de poder de Mohammed VI. Los shows no faltaron, el de Moratinos es un show más en el programa de las festividades. Al igual que no faltaron las emisiones de piezas de colección y de sellos. Las autoridades marroquíes saben cómo hacer para atraer a los turistas y los inversores y cómo glorificar un balance que no es negro ni rosa. Todo se presta en definitiva a esta presentación formal ambigua donde se insiste en lo que parece ser un avance ocultando las otras caras de la moneda. Sólo le faltó al rey Mohammed V que ponga en el “balance de sus logros en diez aňos” la reapertura de la frontera con Argelia. Y por supuesto, su majestad no considera que si la frontera se mantiene cerrada es de su plena responsabilidad. Pero no, no lo ve asi. Para él, sus eternos males siempre vienen de Argelia.

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