Marruecos atraviesa uno de los momentos más delicados en su empeño por mantener el statu quo en el Sáhara Occidental. Por segunda vez, el Gobierno marroquí lleva a cabo una amplia campaña en contra del Enviado Personal del Secretario General de la ONU para el Sáhara Occidental, el veterano diplomático estadounidense, Christopher Ross.
Rabat ya no a qué santo implorar para hacer que Ross renuncie a su misión. El embajador americano no se deja impresionar por la grosería de los marroquíes. Ban Ki-moon lo apoya. Su país, los Estados Unidos, también. Pero sobre todo los refugiados saharauis que languidecen en el desierto argelino de Tinduf. Poner fin a los sufrimientos de la población saharaui es una noble misión para él. “Mi primer objetivo es garantizar el retorno de los refugiados saharauis en Argelia a sus hogares. He visitado los campos de refugiados por primera vez en 1970. Volví en 2009 y descubrí con consternación de que nada ha cambiado”, declaró en una entrevista concedida al sitio de noticias de la ONU.
La fuerza de Ross está en su determinación a encontrar una solución a una tragedia humana que dura desde hace 39 años y el apoyo unánime del llamado Grupo de ”Amigos del Sáhara Occidental “, compuesto por Francia, Rusia, Estados Unidos, China y España, al igual que cuenta con el apoyo del Frente Polisario, Argelia, Mauritania y la Unión Africana.
Los marroquíes rezan día y noche para que sus medios de desinformación hagan efecto. El último embuste fabricado por estos medios? La dirección del Polisario ya no cree en la mediación de Ross. Rabat toma sus sueños por realidad.