Charles Ndour, senegalés degollado el viernes en Tánger |
Inesperada, la nueva querella entre Marruecos y España recordó a los españoles que las relaciones con el vecino del Sur están condenadas a un estado permanente de tensión mientras el problema del Sáhara Occidental no se haya resuelto.
Los españoles descubrieron que el tapiz rojo desplegado hace unas semanas al rey Felipe VI en pleno Ramadán y la habladuría sobre la excelencia de las relaciones entre los dos países no era más que pura y mediocre comedia. Los últimos acontecimientos hicieron olvidar la fastuosa recepción de las Mil y Una Noches reservada al nuevo joven rey de España. Porque como dice el adagio “sólo la verdad perdura” y la verdad es que si España sigue apoyando el principio de autodeterminación para el Sahara Occidental su relación con Marruecos seguirá atravesando turbulencias y el vecino del Sur seguirá instrumentalizando la reivindicación de Ceuta y Melilla y la cuestión de la inmigración para la que guarda más de 30.000 subsaharianos sobre suelo marroquí para utilizarlos como arma de ataque como acaba de ocurrir.
En su intento de imponer su punto de vista en la cuestión del Sáhara, Marruecos utiliza los desgraciados candidatos africanos a la emigración como medio de chantaje. Para obligar España, Europa, Argelia y Mauritania a cambiar de posición o abandonar el apoyo a los saharauis, Marruecos no vacila en los instrumentos con los que cree que podrá realizar su sueño de dominar el Sáhara Occidental y sus atractivas riquezas naturales.
Es una vergüenza constatar que Rabat no vacila ante ninguna bajeza como la instrumentalización de la miseria de los emigrantes africanos con el despreciable objetivo de hacer presión sobre España.
El gobierno marroquí, después de haber perdido el apoyo incondicional de Francia, reacciona como una fiera herida que vive sus últimos momentos, deviene peligroso. Sa mediatización de la amenaza terrorista recuerda al sangriento atentado del 11-M.
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