Ban Ki-moon y Ross : Dos hombres que inspiran confianza

Marruecos insiste en su supuesto plan de autonomía para el Sahara Occidental sabiendo que eso no conduce a ninguna parte si no es el de arrastrar el proceso de paz hacia objetivos ocultos cuyas consecuencias están viviendo todos los países de la región. 
Uno de los grandes errores cometidos por varios responsables de la ONU como Javier Perez de Cuellar, Bouthrous Ghali, Koffi Annan y Van Valsum, fue el de posicionarse, ellos mismos, sobre las proposiciones de las partes en conflicto, el Frente Polisario y Marruecos. Se evoca el argumento del realismo y el pragmatismo político para ocultar una toma de posición parcial por parte de un mediador que debe respetar el principio de la equidistancia de las partes a las que ofrece sus buenos oficios y atenerse a las resoluciones de la ONU que abogan con claridad por el respeto al derecho de autodeterminación del pueblo saharaui.
El embajador Christopher Ross, consciente de esta realidad, y para no repetir el mismo error que sus predecesores, en su primera declaración dejó bien claro que buscaba una “solución basada en el derecho del pueblo del Sáhara Occidental a la autodeterminación”. El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, por su parte, hizo hincapié en este punto en sus últimos informes subrayando que cualquier solución que no tenga en cuenta las aspiraciones de la población saharaui está condenada al fracaso. 
Nada más oír la primera declaración del nuevo Enviado Personal del Secretario General de la ONU para el Sáhara Occidental, Christopher Ross, me dí cuenta de que algo ha cambiado en el tratamiento del dossier del Sáhara Occidental y escribí un artículo bajo el título de “Dos hombres que inspiran confianza” publicado con fecha del 4 de abril del 2009. Reproduzco aquí su traducción .
Dos hombres que inspiran confianza
Desde hace 34 años, la población saharaui y el conjunto de los países de la región no conocen el color de la estabilidad, la libertad y el desarrollo duradero. Desde hace 34 años, las resoluciones de la ONU se suceden una tras otra, de una manera tan repetitiva que se diría un movimiento mecánico automátizado. Desde hace 34 años, los secretarios generales se suceden a la cabeza de la máxima instancia internacional, cada uno con su equipo de expertos, sus representantes y sus enviados especiales.
La traición de Javier Pérez de Cuéllar, en 1991, fue recompemsada por Rabat con un puesto honorífico (con su consiguiente sólida remuneración) en la empresa marroquí Omnium Nord Africain, el holding de la familia real marroquí. Bouthrous Ghali abrazó las tesis marroquíes a cambio de la promesa francesa de concederle el cargo de Secretario General de la Francofonía. Koffi Annan terminó alejándose del plan de su propio representante, James Baker, cuyo plan de arreglo fue aprobado por unanimidad por el Consejo de Seguridad.
La llegada de Ban Ki-moon y la despedida de Peter Van Walsum constituyen una prueba del retorno de la ONU a la legalidad internacional. El nuevo Secretario General actúará a partir de su convicción de que el problema del Sáhara Occidental es un problema de descolonización y su única salida es un referéndum de autodeterminación aclamado alto y claro por todas las resoluciones de la ONU. Cuando nombró a Christopher Ross para la nueva función, en una declaración de prensa organizada el 07/10/2008, Ban Ki-moon, se comprometió ante la comunidad internacional: “Una vez más, tienen mi compromiso con la cuestión del Sahara Occidental que constituye una de mis prioridades “.
La cuestión del Sahara Occidental acaba de pasar a manos de un hombre cuyas competencias no son ignoradas por nadie. No reprobaré a ningún saharaui si desconfía de un funcionario de la ONU, después de tantas desilusiones, pero la llegada de Ban Ki-moon y Christopher Ross constituyen un rayo de esperanza para este pueblo condenado a vivir en el exilio desde hace 34 años.
A pesar de la oposición inicial de Marruecos en contra de su nombramiento, este hombre, con su clarividencia y su diplomacia de choque, inició su gira por la región empezando por Rabat. 
Me quedé impresionado por su forma de ser como hombre, la fluidez de su carisma y la soltura de su árabe. No hizo declaraciones sensacionalistas y sus palabras estaban cuidadosamente estudiadas.
Me pareció reconfortante el hecho de que haya mencionado una solución basada en el principio de autodeterminación y estoy convencido de que es el hombre que necesitábamos para salir de este lío en el que Marruecos metió a la comunidad internacional y a los pueblos de la región, y también estoy convencido de que él es consciente del asunto con el que se comprometió, al igual que estoy convencido de que no hay ningún problema insoluble si las partes aceptan comprometerse con sinceridad y determinación.
El hombre de las misiones difíciles se hizo cargo de un asunto, cierto, complicado, pero se le veía confiado cuando respondía a las preguntas que se le planteaban y en la forma en que comenzó sus contactos con Marruecos y el Frente Polisario. 
Todo el mundo sabe que Ross conoce el problema a fondo. Merece darle una oportunidad como todos los demás. Que le demos la ocasión de demostrar su habilidad y podremos juzgarlo después, conforme vaya gestionando su mediación. Vamos a darle tiempo antes de condenarle. Acaso no es verdad que la confianza es uno de los pilares esenciales para iniciar cualquier proceso de paz? Pues bien, a mí, estos dos hombres, Ban Ki-moon y Christopher Ross, me inspiran confianza.
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