“Había que seguir el avance del enemigo y esa era nuestra responsabilidad como Unidad de Reconocimiento. La tormenta de arena, el siroco, hacía impracticable nuestra labor, pero a pesar de ello salimos a patrullar dos coches, con cuatro combatientes cada una. Nos dirigimos a Houza de nuevo y en el camino encontramos a un batallón de la 3a Región Militar y les preguntamos por el avance de echlouha, pero no sabían nada. La tormenta de arena alcanzaba su máxima intensidad y la visibilidad era prácticamente nula. Uno de los compañeros, que conocía bien la zona, dijo que eran muy frecuentes las tormentas de arena. Seguimos nuestro camino hasta llegar a Lefreirinat, una zona al sur de Houza, y al subir a un montículo los marroquíes nos sorprendieron de cerca. Estaban a un palmo, muy cerca. Intentamos el regreso, pero ya era demasiado tarde. Empezaron a dispararnos. Dejaron inutilizadas las cuatro ruedas de nuestro coche. El otro coche consiguió escapar, pero fue alcanzado por un cohete; por suerte un tercer coche, de un batallón de la 3a Región Militar, rescató vivos a los compañeros y los llevaron a los cuarteles. Eran muchísimos los marroquíes y empezaron a dispararnos indiscriminadamente y utilizando todo tipo de armamento: fusiles de asalto, lanzacohetes, lanzagranadas; ¡no ahorraron en gastos! Nosotros también empezamos a disparar: como el coche ya no ofrecía resistencia, saltamos de él, nos dividimos de dos en dos y la emprendimos a tiros contra ellos. Éramos cuatro contra un batallón. Nos llovían disparos por todas partes, nuestros uniformes estaban agujereados y seguíamos de pie resistiendo las embestidas del enemigo hasta quemar las últimas balas de las recámaras de nuestros Kalashnikov. Ningún disparo nos atravesó el cuerpo, aunque fuese ese nuestro deseo en ese momento para no caer en las manos de echlouha; por eso saltamos del coche, para que nos dieran sepultura antes de capturarnos vivos. Nuestra reserva de munición se quedó en el coche y con los fusiles secos nada podíamos hacer. Ellos siguieron disparando. A mí me alcanzaron en la pierna, y al compañero que tenía al lado, lo alcanzaron en la cadera. A los otros dos también los hirieron, pero no en órganos vitales. No era creíble, pero sucedió así. Es como si Allah hubiese puesto un manto de acero invisible entre nuestros órganos vitales y las balas marroquíes”.
31 de octubre, la otra efeméride nacional: liberación de los 66 prisioneros de guerra
por Mustapha M-Lamin A.
El 31 de octubre de 1975, en Echedería, las tropas marroquíes iniciaron su invasión al territorio saharaui. Hoy todos los saharauis conmemoramos ese triste acontecimiento que ha marcado nuestro destino, generación tras generación, durante los últimos 40 años. Otro acontecimiento posterior, sin embargo, debe mantenerse en la memoria viva del pueblo saharaui, el de la liberación de los prisioneros de guerra saharauis, el grupo de los 66, el 31 de octubre de 1996. Veinte años han transcurrido desde aquel día y, a día de hoy, resulta más importante que entonces, con el Guerguerat como telón de fondo, detenerse en las lecciones de resistencia, coraje, valentía y arrojo que demostraron aquellos héroes, a día de hoy anónimos por voluntad propia, más centrados en la reivindicación colectiva que en la de su propia experiencia. Es tarea nuestra, en este sentido, reivindicar aquel legado.
En las mismas narices del enemigo, que no pudo doblegar, con sus mil y un chantajes, su inquebrantable voluntad, aquello 66 hombres se mantuvieron inamovibles en los principios por los que se enrolaron en la lucha, que durante un periodo de presidio que oscilaba entre los 17 años, el que más, y el 8 años, el que menos, se enfrentaron a toda suerte de artimañas, presiones, torturas y traiciones con el fin último de hacerles cambiar de posición. Uno de esos 66 hombres, Sid Ahmed Hnini (12 años y medio entre rejas), tuvo a bien compartir conmigo su experiencia, testimonio que edité, con mayor o menor acierto, para Kamchatka, revista de análisis cultural (https://ojs.uv.es/index.php/kamchatka/article/view/8840/8390), del departamento de Filología Española de la Universidad de Valencia. Durante la grabación, de más de dos horas, que finalmente resumí en 30 páginas, encontré a un hombre sereno, interesado en ayudar a jóvenes que, como yo, intentamos no dejar que caigan en el olvida sus años de lucha y sacrificio, y más atento al rumbo colectivo de la lucha que en la reivindicación individual de su experiencia.
Sid Ahmed recuerda con precisión todos los detalles del día de su captura en el campo de batalla, el 8 de mayo de 1984 a las 17:00h:
Al día siguiente llegó a El Aaiún en un helicóptero del ejército marroquí: esposado, maniatado con una gruesa y áspera cuerda de cáñamo, observaba impotente desde el cielo su ciudad natal, engullida por la maquinaria represiva de la nueva potencia ocupante, totalmente ocupada y sometida por la arrogancia del nuevo régimen. De allí fue trasladado a Agadir y de Agadir a Kenitra, para duespués regresar a Agadir, y finalmente, 12 años,6 meses y 16 días después, volver a los campamentos haciendo el símbolo de la victoria mientras caminaba del autobús al avión en el aeropuerto de Casablanca. Lo que sucedió entre ambas fechas, lo puede leer el lector en el detallado testimonio que editamos (véase el enlace más arriba). Hoy, 31 de octubre de 2016, se cumplen 20 años de la puesta en libertad de Sid Ahmed Hnini y 65 compañeros más, hombres íntegros que rechazaron toda suerte de recompensas y decidieron volver al punto del que partieron: glorificados por la multitud popular, considerados héroes nacionales, hoy en día viven en la modestia y el anonimato, cuando deberían ser los auténticos guías que nos llevarían hacia la libertad.
Mustapha M-Lamin A.
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