Mohammed VI, en su lucha por el dominio del Sáhara Occidental y de sus atractivas riquezas, no dispone de armas letales como la ley y el derecho de su lado. Por eso, recurre a todo tipo de prácticas susceptibles de atraer el apoyo de países a sus ambiciones expansionistas. A título de ejemplo, se cita la financiación de asociaciones creadas por eminentes personajes de la política internacional, como la Fundación de los Clinton.
Marruecos también utilizó lo que el hacker Chris Coleman llamó la “diplomacia de los fosfatos” ofreciendo este producto como donativo a varios países, como Panamá, India y últimamente, Kenia.
Pero también está la diplomacia del convite. Al parecer, Mohammed VI lleva a pecho el dicho según el cual la diplomacia empieza en la mesa y que la forma más fácil de ganar los corazones y las mentes es a través del estómago.
Esta noche, en Addis Abeba, el rey de Marruecos incorporó el cuscús y el tachín a su estrategia diplomática celebrando un gran manjar en honor a los líderes africanos. Con su iniciativa culinaria, Mohamed VI espera influir en su decisión en las deliberaciones que empiezan mañana y en las que votarán a favor o en contra de la solicitud marroquí de adhesión a las Unión Africana.
El rey de Marruecos y sus esbirros, expertos en el arte de la seducción por métodos pervertidos y corruptos, esperan que la invitación de esta noche haga efectos mágicos en sus invitados y los lleve a defender con ardor la posición de Marruecos durante el debate de la 28 Cumbre africana.