El pasado 17 de diciembre, dos turistas escandinavas fueron halladas muertas en una zona montañosa del sur de Marruecos, con “signos de violencia con arma blanca y huellas de violación” , según la versión inicial de las autoridades marroquíes.
Los cuerpos de las dos mujeres, una danesa de 24 años y una noruega de 28, fueron hallados en una “región montañosa aislada” a 10 kilómetros de Imlil, un pueblo pequeño del Alto Atlas, según un comunicado del ministerio marroquí del Interior. Una de ellas fue decapitada y la otra degollada.
Todavía es demasiado pronto para identificar la naturaleza del crimen perpetrado contra las dos jóvenes escandinavas. Las autoridades desean imputar la responsabilidad a Daech. Sus portavoces mediáticos, tanto en Marruecos como en otras partes del mundo, intentan construir el relato de este suceso alrededor de los lugares comunes relativos a este movimiento takfirista que sirve a todo género de salsas destinadas al consumo del público. Es uno de los medios que se encuentran en manos de un régimen desesperado para sustraerse de toda responsabilidad, ya que los tres presuntos asesinos, en definitiva, no son más que el producto de un sistema creado enteramente por el palacio real y sus relés.
Cabe preguntarse si este acto fue motivado por el fanatismo religioso y en este caso las autoridades aún no han explicado en qué consiste este gesto ni el factor que lo vincularía a las dos jóvenes víctimas escandinavas. Quizás deberíamos recurrir a la sociología y analizar la pobreza que afecta a una gran parte de la población marroquí. Una miseria de naturaleza compleja, tanto material como moral, fruto de una política sistemática de consecuencias desastrosas.
Sería difícil valorar suficientemente el alto grado de declive global alcanzado por Marruecos. Además, algunos testigos cuentan que los asesinos violaron a las jóvenes antes de degollarlas, lo que elimina la tesis de la autoría de Daech ya que el crimen en cuestión parece ser un acto depravado y sin reivindicación política.
Por último, cabe señalar que mientras persistan las causas que motivan este tipo de delitos y estamos convencidos de que aumentarán en intensidad extendiendo la lista a otras víctimas occidentales que vienen buscando el calor del sol marroquí.
Dicho esto, pensemos en las numerosas víctimas marroquíes que caen cada día en varias regiones de Marruecos, todas jóvenes e incluso ancianas, víctimas de la violación cometida contra ellas denotando la miseria sexual de un pueblo que ya no consigue vivir su sexualidad de manera normal.
Los relatos de mujeres europeas violadas por inmigrantes ilegales de origen marroquí siguen ocupando las portadas. Son el reflejo de este crimen cometido en los alrededores de Marrakech, del que el régimen marroquí intenta culpar a Daech para lavarse de cualquier implicación.
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