En público el lenguaje es impecable. Miembros del Gobierno español y diplomáticos muestran, con alguna rara excepción, una exquisita neutralidad cuando se pronuncian sobre el conflicto del Sáhara Occidental que enfrenta desde hace 39 años a Marruecos y al Frente Polisario, respaldado por Argelia. El presidente español Mariano Rajoy fue, por ejemplo, un modelo de imparcialidad al recibir en Madrid, en abril de 2013, al secretario general de la ONU.
Bajo cuerda, sin embargo, la diplomacia española apoya a Marruecos y su propuesta de autonomía, formulada en 2007, para ese territorio que fue colonia de España hasta 1975. Los cables del Departamento de Estado norteamericano, desvelados en 2010 por Wikileaks, ya mostraban, por ejemplo, al entonces embajador de España en Marruecos, Luis Planas, ofreciendo su ayuda a las autoridades marroquíes para elaborar su oferta autonómica para el Sáhara.
Ahora el Wikileaks marroquí aporta nuevos datos. Desde principios de octubre cientos de documentos confidenciales de la diplomacia marroquí están siendo desvelados por Chris Coleman, un falso perfil en Twitter. Detrás de él se esconde un hacker o un servicio secreto que ha pirateado los ordenadores del Ministerio de Asuntos Exteriores o del servicio secreto exterior marroquí (DGED).
En el Grupo de Amigos del Sáhara Occidental (EE UU, Rusia, Francia, Reino Unido y España), la diplomacia española siempre parece dispuesta a echar una mano a Rabat, Sucedió, por ejemplo, en abril del año pasado cuando la embajadora estadounidense, Susan Rice, propuso ampliar el mandato de la MINURSO (contingente de la ONU) en el Sáhara para que vigilase el respeto de los derechos humanos. París y, en menor medida, Madrid evitaron que prosperase esa iniciativa que disgustó a Rabat.
Este año, en marzo, el embajador adjunto de España ante la ONU, Juan Manuel González de Linares, se volvió a alinear con su colega francés en la reunión del Grupo. Resaltó ante todo “los avances de Marruecos en materia de derechos humanos” aunque también expresó su apoyo a Christopher Ross, el mediador en el conflicto designado por Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas. Rabat abomina a Ross.
No siempre la diplomacia española estuvo al lado de Ross. A finales de junio de 2012 el titular de Exteriores español, José-Manuel García-Margallo, secundó públicamente las objeciones de Rabat a la mediación de Ross. “Sería bueno que avanzase en el dosier más rápido y se centrase en los temas centrales de ese dosier en vez de perderse en temas accesorios”, declaró el ministro en la capital marroquí. Tres meses después el Rey Mohamed VI rectificó tras recibir una llama de Ban Ki-moon. García-Margallo hizo entonces otro tanto.
El ministro español también se esforzó por evitar que la Unión Africana desempeñe un papel en la negociación entre Marruecos y el Frente Polisario, el movimiento armado que reivindica la independencia del Sahara. Con tal propósito se reunió, a finales de enero en Addis Abeba, con la presidenta de la Comisión de la Unión Africana, Nzosazana Dlamini Zuma.
Le dijo a Dlamini-Zuma, según anticipó a los marroquíes Ignacio Ybañez, director general de Política Exterior, que “España deseaba preservar el proceso” negociador puesto en marcha por la ONU y evitar “interferencias”. Aún así la Unión Africana nombró, en su cumbre de junio, a un emisario para el Sáhara, el expresidente mozambiqueño Joachim Chissano. En su primera visita a Nueva York, Chissano ya recalcó que, a ojos de la Unión Africana, España sigue siendo potencia administradora del Sáhara aunque no pueda ejercer esa labor porque Marruecos controla el territorio. Sus palabras irritaron a las diplomacias marroquí e incomodaron a la española.
Actuar así no es fácil para el Gobierno español reconoció, a finales de octubre de 2013, García-Margallo al entrevistarse con Salaheddin Mezouar, recién nombrado entonces ministro de Exteriores marroquí. Hay “presiones de la sociedad civil y de las fuerzas políticas así como de los medios de comunicación y de la opinión pública para tratar de influir sobre la posición oficial de España”, le comentó.
Agradecimientos marroquíes
Rabat es consciente de los esfuerzos que el Gobierno de Rajoy hace en el ámbito del Sáhara, y en otros muchos, y le está agradecido. Cuando, por ejemplo, la ministra adjunta de Exteriores marroquí, Mbarka Bouaida, se reunió en Madrid con García-Margallo, a finales de febrero, empezó la conversación “dando las gracias a España por su constante apoyo en el seno de las instancias de la Unión Europea (…)”.
Pero las autoridades marroquíes son también insaciables en su exigencia de apoyo español. Bouaida pidió a su anfitrión que la cooperación española “incluya las provincias del Sur [Sáhara Occidental] sin hacer mención alguna que pudiese poner en duda su pertenencia a Marruecos”. Puso dos ejemplos de expresiones que rechazaría: “territorios bajo jurisdicción” o “bajo administración” marroquí. La ayuda al desarrollo española a Marruecos no abarca, por ahora, al Sáhara.
A la excolonia han intentado viajar estos últimos años decenas de delegaciones de políticos, sindicalistas y miembros de la sociedad civil española y de otros países europeos. Casi todos han sido expulsados manu militari sin que ningún Gobierno español, ni el socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, ni el de Rajoy, condene la actuación marroquí ni eleve una queja ante Rabat ni siquiera cuando los rechazados son parlamentarios.
Sí lo hizo, en cambio, el embajador del Reino Unido en Rabat, Clive Alderton, al ser recibido, el 13 de abril de 2013, en el Ministerio de Asuntos Exteriores. “Londres considera que el rechazo y las restricciones impuestas a las delegaciones parlamentarias [europeas y españolas] perjudican los esfuerzos de Marruecos en materia de derechos humanos”, declaró el embajador, según la transcripción marroquí de sus palabras. “Marruecos debería de estar interesado en mostrarse más abierto ante las solicitudes de visitas”, concluyó. Hasta ahora no ha sido más receptivo.
Orilla Sur, 28 nov 2014
Tags : Marruecos, Sahara Occidental, España, ONU, autonomía,
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