Acompañamos con los ceutíes que van de fiesta a Marruecos

Muchos adolescentes se agobian en Ceuta. Les invade la monotonía y necesitan cruzar la frontera que les separa de Marruecos para divertirse. Seguimos a varios ceutíes en sus noches por Marruecos.

Por Rebeca Hortigüela

Europa es una unión, pero también un complejo batiburrillo de países con leyes, idiomas, valores, políticas sobre drogas, salarios mínimos, licores y chistes malos propios. La vida puede ser totalmente distinta según el lado de la frontera en que hayas nacido, incluso dentro de los límites de la UE. Esta semana, en VICE.com te traemos historias que muestran cómo influyen las fronteras de los países que dividen y delimitan Europa en el día a día de quienes viven cerca de ellas.

Todos nos hemos sentido atraídos por la sensación de probar cosas nuevas cuando éramos adolescentes. No voy a caer en el desagradable error de generalizar porque la realidad de cada adolescente, y sus circunstancias, son un mundo. Hay adolescentes que deben estar tan pendientes de sobrevivir que no tienen el privilegio de distraerse con la necesidad de experimentar. Y de estos en Ceuta hay muchos.

O, adolescentes musulmanes, la religión mayoritaria en Ceuta, que por su cultura y su religión tienen prohibido hacer ciertos “experimentos”. Además, siempre existe ese pequeño porcentaje de adolescentes que no sienten la necesidad de conocer cosas nuevas, que aborrece lo desconocido y rechaza lo que está en los márgenes. Pero, por lo general, estadísticamente hablando, cualquier teenager occidental de nuestros días o cualquier miembro de la generación Z quiere investigar sobre su sexualidad, juguetear con las drogas y el alcohol, descubrir lugares dónde refugiarse o conocer gente nueva.

Todo esto es complicado en una ciudad como Ceuta. Para empezar, porque Ceuta son 19 kilómetros cuadrados, limitados por el mar Mediterráneo el estrecho de Gibraltar y Marruecos, con las fronteras del Tarajal y de Benzú. Eso supone ver constantemente las mismas caras, los mismos gestos, cruzarte a las mismas personas e ir a los mismos lugares.

Si quieres salir de fiesta por la noche debes saber que las opciones se limitan a 8 bares, dos discotecas y un par de zonas de fiesta: el poblado marinero, cerca del puerto y la plaza del Tokyo, con el bar Tokyo que da el apodo a la plaza, otros tres bares más y unos bancos para hacer botellón. Siempre el mismo recorrido: botellón en la explanada del puerto, luego a la plaza del Tokyo y después a alguno de los bares del poblado marinero.

Y cuando ya es la hora, a bailar una de las discotecas del puerto, al ladito del poblado: la Velvet o la Natural. Cuando no les apetece salir cambian las copas por tardes de tés, porros y parchís en el barrio de Benzú. Pero ya, eso es todo. Si vives en Ceuta y te gusta salir de fiesta, este escenario se repite todos los fines de semana. Además en Ceuta hay muy pocas atracciones culturales, conciertos, exposiciones y museos.

Por eso no es de extrañar que muchos de los jóvenes ceutíes tengan la necesidad de poner tierra de por medio y salen de Ceuta a Marruecos. A los problemas, remedios. Una excursión que no es de extrañar. Al fin y al cabo, al otro lado del muro, de esa valla horrible que frena, corta y mata a los migrantes que sueñan una vida mejor, cohabita en forma de vecino, un país lleno de sensaciones nuevas para jóvenes que anhelan salirse de lo cotidiano.

“Nosotros podemos pasar para allá, pero ellos, los que no son de las zonas del norte de Marruecos fronterizas con Ceuta, no pueden pasar para acá”, reflexiona uno de estos jóvenes. Mucho menos los africanos que se recorren miles de kilómetros con la mirada fija en el continente europeo. Tremendamente paradójico e injusto, pero cruzar esa frontera es una vía de escape para muchos jóvenes con ganas de fiesta.

Unos con el objetivo de salir a la calle sin ser vistos, otros, simplemente, porque Marruecos les ofrece planes de playa y naturaleza que Ceuta no les puede dar y otros tantos, porque en Marruecos se siente ellos mismos, con sus costumbres y sus hábitos. Ojo, también existen los jóvenes ceutíes que odian cruzar a Marruecos. Que piensan que Marruecos no tiene nada que ofrecerles, que incluso se niegan a descubrirlo y que es más, lo detestan. Y estos últimos, para oxigenarse de Ceuta prefieren coger un ferry y desembarcar en Algeciras (Cádiz) que cruzar a Marruecos. Para mi sorpresa, estos jóvenes llenos de prejuicios, con una mirada un tanto xenófoba, puesta en el país vecino, son bastante comunes en la ciudad autónoma, a veces tan dividida y polarizada por la religión y el dinero.

Mohamed Hamid tiene 19 años. Sus padre se mudaron a Ceuta, en busca de un trabajo, antes de que él naciera. Así que él es de Ceuta, pero tiene familia y amigos en Marruecos. Para él, cruzar a Castillejos, el pueblo marroquí fronterizo con Ceuta, supone sentirse libre y no sentirse juzgado por querer hacer otro tipo de planes.

Es de Hadú, un barrio mayoritariamente habitado por musulmanes, pero en Ceuta tiene muchísimos amigos, hijos de familias cristianas, pero a la hora de salir de marcha no se siente identificado con muchos de ellos. “Están deseando que llegue el fin de semana para emborracharse. Para beber desde las seis de la tarde hasta las cuatro de la mañana. Yo puedo pasarme un rato por el puerto y estar con ellos sin beber ni una gota de alcohol, pero luego, me aburro. Ellos empiezan a estar cada vez más borrachos y yo dejo de tener un vínculo con ellos”, explica Hamid.

Por eso Hamid prefiere cruzar a Marruecos y juntarse con sus amigos del otro lado de la frontera. Le conocen desde niño y siguen haciendo los mismos planes desde la niñez. Mañanas de sueño relajado, acompañado de sus amigos, en mtarbas (sofá típico marroquí) y despertares compartidos, tardes de fútbol en la playa, noches enteras de calor y brisa al lado del el mar, escuchando música, comiendo comida que les ofrece cualquier vecino y dando alguna que otra calada al kif y al hachís procedente de esa misma zona de Marruecos.

No es que en Ceuta no pueda hacer estos planes, claro que puede. Con sus colegas del barrio en cualquier calle o en cualquier cafetín de Benzú. Pero el hecho de cruzar la frontera y encontrarse con sus recuerdos de la infancia es importante para él.

“¿Qué es lo que más te gusta de tus fines de semana en Marruecos?”, le pregunté. “El no hacer nada en especial y no sentirme mal por ello. Ver a mis colegas de la niñez, con esos con los que has pasado todos tus veranos, y ya está. Sentarte a comentar a la orilla del mar, a veces pescar, hablar de Marruecos y soñar con nuestro futuro. En cuanto cruzo, me siento libre”. Desde que no ve un futuro claro en Ceuta, Hamid piensa en escaparse a Marruecos si tiene la posibilidad. “Aunque dicen que en Marruecos no hay trabajo, en Ceuta tampoco lo hay. Somos demasiada gente para tan pocos trabajos. Siempre he soñado con poder comprar una casa en Marruecos a mi familia y trabajar en algo, lo que sea, para vivir. En Castillejos o en Tetuán . Mientras pueda seguir pasando los fines de semana aquí, en libertad, siendo yo mismo, soy feliz”.

Otros ceutíes, musulmanes, sin embargo, viajan a Marruecos para pegarse el fiestón. Este es el caso de Ilyas Othmani*. Tiene 25 años y cruza a Marruecos los fines de semana para divertirse en los cabaret y en las discotecas típicas de Marruecos. En Ceuta le conoce todo el mundo, asegura, y él, aunque no es practicante, se considera musulmán porque es hijo y nieto de padres y abuelos musulmanes. Casi todos sus familiares son de Ceuta y viven en Ceuta. “Si se enteraran de que bebo los fines de semana o que salgo a ciertos sitios, no les gustaría. Y en Ceuta todo el mundo se entera de todo. Además, la fiesta de Ceuta a mi no me va nada. Prefiero cruzar a Tánger con mis amigos, salir de marcha por los bares de por aquí”.

Pequeños cabarets de los años 50 con música marroquí en directo, con un público diferente. Cabareteras que bailan contigo si les invitas a una copa, clientes que te invitan porque no quieren beber solos y camareros que te fían una ronda por que te consideran su hermano. Y cervezas Stork, la marca de cerveza más común en estos bares. También llegan a Tánger atraídos por las macro discotecas, sorprendentemente inexistentes en Ceuta.

“Antes nos íbamos a las discotecas del paseo marítimo de Tánger y allí bailábamos hasta las tantas, conocíamos gente nueva, interesante y ligábamos. En Ceuta es difícil conocer gente nueva y vivir las experiencias que se viven aquí, en Marruecos. Además aquí hay una mezcla entre turistas, tangerinos, los extranjeros que viven en Tánger y los que venimos de Ceuta que mola. Y aunque parezca raro, hay muchos más bares aquí que allí”, explica.

También a Natalia G., estudiante de 21 años, le atrae eso de Tánger. A ella, más que nada, por la novedad. “En vez de ir a los sitios por los que hemos salido toda la vida, a bares normales para tomarnos caña o a un pub cualquiera o bebernos una copa, vamos a Tánger y todo es diferente. Además estando tan cerquita… La gracia está en ir a esos bares a los que no irías jamás en España. En Marruecos son de lo más normal. Bares oscuros en los que para llegar a la barra tienes que bajas peldaños y peldaños, con birras tiradas de precio, bailarinas a pago de copas, música árabe en directo, como de los años 60…”, se impresiona Ana.

Su amigo de la infancia, Gonzalo, piensa lo mismo. “Es que hay más variedad de fiesta en Tánger que en Ceuta. Tienes discotecas, música en directo, ya no solo de grupo árabes, si no africanos cantando reggae, jóvenes marroquíes cantando rap… Además en Marruecos puedes ir a visitar algún museo o ir la Cinemateque de Tánger (el antiguo cine Rif que tiene un bar, punto de reunión de muchos jóvenes).

“Normalmente, en verano, hacemos eso: salir al mediodía el viernes de Ceuta, pasar la tarde por Tánger. Por la noche salir de fiesta. Primero ir de baretos de birra y tapeo, luego a los cabarets a bailar y a alucinar un poco… Pasar el sábado en algunas de las playas próximas a Tánger y luego vamos a Chefchaouen o a Tetuán. El domingo, vuelta a Ceuta”, concluye.

Sara L., de 24 años, lleva años cruzado a Marruecos los fines de semana, sobre todo a partir de primavera, cuando llega el buen tiempo. Sus padres tienen una casa en Cabo Negro, un núcleo turístico situado al norte de Tetuán, a escasos kilómetros de Ceuta. Hay muchas familias de Ceuta que hace años compraron casas en el norte de Marruecos en los complejos turísticos de Cabo Negro y Marina Smir.

Allí hay discotecas y pubs hechos a medida para todos los turistas que veranean allí. Marroquíes, ceutíes, de la península o europeos. “Yo tengo aquí mi pandilla, casi todos nos conocemos desde hace años y nos lo pasamos genial por esta zona. Mis padres cada vez vienen menos, pero yo y mi hermano seguimos viniendo. También nos movemos a las playas de Tánger o Tetuán y hacer alguna rutita por pueblecitos como Chefchaouen”.

Otros prefieren no pisar Marruecos, como Pilar, de 19 años, que se está preparando en la Academia Militar de Zaragoza. Según su criterio, Marruecos no tiene nada que aportarle. Ha crecido toda la vida viéndolo como el país del otro lado de la frontera y de pequeña cruzó en contadas ocasiones con sus padres. No ha convivido demasiado con musulmanes y consideran que muchos de los barrios de Ceuta ya son prácticamente como Marruecos. Cuando sale, va a la península.

En definitiva, Marruecos y Ceuta son dos lugares vecinos, prácticamente hermanos. Las diferencias entre uno y otro no son tan grandes como les parece a muchos. De una manera o de otra, los dos lugares están llenos de jóvenes con ganas de divertirse y descubrirse.

*El nombre de Ilyas se ha cambiado para preservar su anonimato.

Fuente: vice.com, 2 août 2019

Tags : Ceuta, Melilla, Marruecos, porros, cannabis, juventud, jóvenes,

Visited 1 times, 1 visit(s) today

Soyez le premier à commenter

Laisser un commentaire

Votre adresse de messagerie ne sera pas publiée.


*